Se respiraba el calor de la tarde. La larga fila de gente se extendía 10 metros hasta tener de mirador una enorme carpa blanca. Era una carpa secundaria y de protesta, unos libros en apoyo al último movimiento social.
Un agudo “adelante” inquietaba a todos los visitantes: enunciado, caminas, compras, recoges y… cruzas la calle alejándote de la esperada puerta. El cargar con cuadernos y bolígrafos en una mochila de considerable tamaño incomoda, en ese momento, más que las luchas diaria en la unión de vagones naranja.
El proceso se asemeja: enunciado, caminas, entregas, recoges y… cruzas la calle, ahora, rumbo a la bodega de tinta y papel. No sólo es un anecdótico recinto de agradables estancias y fresco ambiente; en ese momento es el resguardo de la lectura, las presentaciones, las conferencias y los libros.
Se puede caminar sin dirección fija, de arriba abajo, de abajo a la izquierda, por temas o pausas. Por gusto o por obsequios. Todos caminan de acuerdo a sus intereses: los autógrafos, disimular su cansancio sentándose en la conferencia más cercana, la rebaja del tercer stand.
Muchos se concentran en la entrada. El orgullo del escudo azul-dorado invita a observar despacio. A detenerse en las novedades o espiar con emoción las páginas escritas por uno de sus profesores. Luego de eso, comienza el verdadero laberinto de paredes blancas y folletos multicolor.
Se revisan elementos fundamentales en cada semáforo: editorial, títulos, precio. A partir de lo anterior deciden seguir el verde o estacionarte algunos minutos más. Desde los best-seller en forma piramidal e iluminados por focos ahorradores, hasta los siempre habitantes de bodegas que se cambian de posición con cada mano exploradora.
Algunos pasean con bolsas grandes y pequeñas, otros con pequeños hijos y grandes esperanzas de que aprovechen la última innovación de páginas desplegables. Si cada paquete hablara, gritaría los más íntimos secretos de su poseedor; desde las últimas compras a las últimas revistas de regalo.
La feria ofrecía eventos especiales en funciones programadas, encuentros con personajes famosos, juegos de subir y bajar con alta adrenalina, pasadizos oscuros o iluminados con sorpresas al paso y, sobre todo, algodones de tinta y papel.
Luego de saborear aromas y texturas se respira el calor de la noche. La carpa blanca sigue en el mismo lugar, pero ahora el proceso se invierte: cuzas la calle, recoges, entregas, caminas y enuncias tu opinión rumbo al stand naranja más cercano.
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