LIBRO
hermoso,
libro,
mínimo bosque,
hoja
tras hoja,
huele
tu papel
a elemento,
eres
matutino y nocturno,
cereal,
oceánico,
en tus antiguas páginas
cazadores de osos…
Fragmento de Oda al libro del Pablo Neruda
En Elogio innecesario de los libros, Carlos Monsiváis habla de una degradación en la lectura, la sobrerrepresentación de los bestseller en las preferencias cotidianas y la consolidación de los monopolios editoriales.
Si bien no se juzga con cinismo, se intenta revelar un problema que va más allá de los gustos literarios; se trata de la modificación de toda una industria y la constante batalla contra los autores y los escritos del pensar.
¿Cuáles son los motivos por los que el libro corre riesgo? Al intentar responder dicha pregunta existen tesis aventuradas como la llamada “cultura fílmica” o “universo de la imagen”. Sin menospreciar el poder de la imagen en el mundo el libro y la imagen caminan en paralelo.
Es contrario a todo estudio de la comunicación imaginar que la televisión o el cine son verdaderas causas del abandono del libro. Soñar con aparatos malintencionados que carcomen el cerebro de los individuos con el único fin del olvido editorial sugiere una creación dramática fantástica.
Posibles motivos mejor argumentados sugieren el abandono de la lectura gracias a la brecha que existe entre la clase gobernante y los espacios necesarios para la protección de los libros. Al hablar de protección no se entiende en el término más básico; sino en la adecuada difusión, y libertad de oportunidades para una industria decadente.
El problema no radica en visualizar la importancia de los libros; sino de privilegiar lo urgente de lo importante y observar la lectura como algo no urgente.
Luego de intentar responder un primer dilema es necesario la infinita estructura ¿por qué? Por el futuro, el presente e incluso el pasado; los intentos del pasado por mejorar la educación y la calidad de vida de la humanidad.
Esto no es escandaloso; los libros ayudan en la educación, los libros abren horizontes, los libros mejoran la calidad de vida en cuanto aportan mayor alcance de visión y libertad. Alejado de lo romántico que pueda parecer, los libros invitan a más… a la comprensión.
La comprensión es la última gran falla del sistema. Si bien queda descartado la sobreposición de “los nuevos medios” sobre los libros, es real el cambio de rutinas y sobre la cotidianeidad de acciones diferentes a la lectura, se corona la falta de comprensión; la falta de utilidad.
¿Para qué leer un libro? Alarmante pregunta que cada sujeto debe responderse. Si todos cubriéramos esa duda es probable que el problema de la comprensión desaparezca y no se vea más a la lectura como una obligación.
Tal vez Neruda colabore a identificar la respuesta…
Nosotros
los poetas
caminantes
exploramos
el mundo,
en cada puerta
nos recibió la vida,
participamos
en la lucha terrestre.
Cuál fue nuestra victoria?
Un libro,
un libro lleno
de contactos humanos,
de camisas,
un libro
sin soledad, con hombres
y herramientas,
un libro
es la victoria.
Vive y cae
como todos los frutos,
no sólo tiene luz,
no sólo tiene
sombra,
se apaga,
se deshoja,
se pierde
entre las calles,
se desploma en la tierra.
Libro de poesía
de mañana,
otra vez
vuelve
a tener nieve o musgo
en tus páginas
para que las pisadas
o los ojos
vayan grabando
huellas:
de nuevo
descríbenos el mundo
los manantiales
entre la espesura,
las altas arboledas,
los planetas
polares,
y el hombre
en los caminos,
en los nuevos caminos,
avanzando
en la selva,
en el agua,
en el cielo,
en la desnuda soledad marina,
el hombre
descubriendo
los últimos secretos,
el hombre
regresando
con un libro,
el cazador de vuelta
con un libro,
el campesino arando
con un libro.
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